Buscando Excusas
Desesperadamente
Por
Isabel González
La
comodidad de descargar nuestra responsabilidad en los demás, nos lleva a
renunciar a nuestra capacidad de trabajo y a nuestra inteligencia como
personas.
Dos Personas,
Dos Actitudes
Había
una vez, dos hombres jóvenes que trabajaban de modo temporal, para una empresa de servicios.
Uno de ellos vivía su vida, como el barco, que lentamente se acerca a la deriva,
y más pronto que tarde, quedará varado en la playa. En cambio el otro, asumía
su vida, con la valentía de estar
dispuesto a escribir las páginas de su presente y crear el futuro que
deseaba.
El
primero de ellos se unió a la culpa, al dolor, al resentimiento y al victimismo. El otro era fiel aliado de la valentía, la decisión, el entusiasmo
y el espíritu de superación.
El
primero culpaba de su situación actual, al hecho de pertenecer a una familia
con pocos recursos económicos, a causa de una discapacidad de su padre. Por
esta razón fue avanzando en su vida con la profunda creencia de que todos los
resultados que no había obtenido con sus decisiones, eran consecuencia de esa
discapacidad porque en su opinión, su padre no pudo cubrir desde niño las necesidades que consideraba
necesarias para realizarse en el futuro.
En
ningún momento se le ocurrió pensar, que el responsable de cada decisión era él
mismo, y no su padre. Y en ese ejercicio repetitivo de seguir justificándose en
la vida, sigue buscando continuamente un culpable de su situación. Ahora la
crisis le permite continuar con su hábito de queja, mantenido en el tiempo y
alimentado con su lamento constante.
Sin
embargo la realidad nos devuelve, a la libertad
de elegir.
¿Quién
optó por el camino del victimismo?
¿Quién
eludió el trabajo, el sacrificio, la ambición por mejorar?
Los
milagros ocurren cada día, por supuesto que sí. Pero son consecuencia de nuestro abnegado trabajo, sin
descanso ni lamento. Tan sólo, hacer lo necesario para obtener lo que queremos.
La actitud determina la acción en las personas.
¿Qué
fue del otro compañero?
Él
decidió que quería una vida mejor y salió valiente, a su encuentro. Para ello,
no dudó en pagar el precio que la vida le exigió; abandonar a su familia y su
entorno conocido y realizar su trabajo con alegría y agradecimiento, sabiendo
que es necesario para avanzar más y conseguir más de esa vida que él ha elegido
disfrutar.
El
destino no es el resultado de las condiciones que nos rodean. Sino que es el
resultado de nuestras acciones diarias.
Isabel
González-Coach
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